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¿Podría desatarse una guerra civil si Donald Trump pierde las elecciones en EEUU?

Los estadounidenses podrían despertar el 9 de noviembre en terreno desconocido si Donald Trump decide objetar el resultado de las elecciones celebradas la víspera. Ese gesto inédito engendraría una crisis política en un país donde el traspaso pacífico del poder se ha convertido en sagrada tradición.

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La amenaza de Trump de desconocer el resultado de las elecciones deja en suspenso el futuro inmediato de la democracia en EEUU (Reuters)

Trump ha atizado el revanchismo de los militantes de grupos de extrema de derecha. Sus amenazas alcanzaron el punto culminante durante el tercer debate televisivo, cuando se negó a asegurar que aceptaría el resultado de los comicios. Antes había advertido sobre la reacción de la “gente de la Segunda Enmienda” ante posibles cambios en las regulaciones sobre el derecho a poseer armas de fuego. Y finalmente, en un acto de campaña en Ohio, amenazó con impugnar el resultado si no ganaba.

Meras bravuconadas, dirán algunos. Cierto, es arduo imaginar a Trump como líder de una revuelta armada. Pero entre los seguidores del multimillonario hay decenas de miles de milicianos dispuestos a obtener a tiros lo que la democracia les negó en las urnas.

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Las cifras más recientes indican que 276 grupos de milicias se entrenan en EEUU para enfrentar al gobierno federal (Reuters)

Trump en la cresta de la ultraderecha

Uno de cada tres votantes norteamericanos cree que una revolución armada será necesaria en los próximos años para proteger sus libertades. Ese resultado, obtenido en 2013 por un sondeo de la Fairleigh Dickinson University, en New Jersey, anticipa la respuesta de una parte importante del electorado a los llamados de sedición.

La popularidad de Trump marca el cénit del llamado movimiento patriótico antigubernamental, que ha se ha expandido aceleradamente desde el arribo de Barack Obama al poder en 2009. De acuerdo con el Southern Poverty Law Center (SPLC), el número de esos grupos extremistas ascendía a 998 el año pasado, seis veces más que antes de la elección del primer presidente negro en la historia de Estados Unidos.

A juicio del SPLC, el auge de ese movimiento se debe sobre todo a la transformación demográfica de la población estadounidense, impulsada por la inmigración; los problemas de la economía y la presencia de un afroamericano en la Casa Blanca.

A la sombra de la ideología antigubernamental han proliferado organizaciones racistas, antifederalistas y fundamentalistas. En ese crisol de la intolerancia se funden grupos conocidos como el Ku Klux Klan, los ideólogos del Posse Comitatus y una miríada de militantes neonazis, los llamados “ciudadanos soberanos”, los evangélicos ultraconservadores y los que se oponen de manera violenta al aborto. Algunos, organizados en milicias, ejecutan entrenamientos militares para una eventual guerra civil.

La amenaza es real. Recordemos el atentado contra un edificio federal en Oklahoma en 1995, que provocó la muerte a 168 personas. Más recientes, los atrincheramientos de milicianos en el rancho de Cliven Bundy, en enero de 2014, y en el Refugio Nacional de Malheur, en enero pasado, han presentado un anticipo de futuros conflictos. En estos años el FBI ha desmantelado varios complots para atentar contra funcionarios y propiedades del gobierno. También ha descubierto planes para atacar a la comunidad musulmana.

Un levantamiento armado dispondría de inmediato de un arsenal no desdeñable. En Estados Unidos circulan más de 300 millones de armas de fuego, entre pistolas, rifles de asalto y escopetas. En las filas de las milicias abundan los veteranos y otras personas que han recibido entrenamiento militar en el ejército.

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Soldados de la Guardia Nacional patrullan las calles de Los Angeles en 1992 (US Army - Wikimedia Commons)

El plan de Washington

Pero el gobierno federal no se quedaría de manos cruzadas contemplando cómo el país arde. El presidente cuenta con el respaldo legal para hacer frente a una sublevación, cuyo sometimiento está previsto en planes del Departamento de Defensa.

El Código de los Estados Unidos, que reúne la legislación federal general, condena en su explícitamente a los incitadores de rebeliones, conspiraciones sediciosas y a quienes propongan acciones violentas para derrocar al gobierno. Además, Obama podría de inmediato movilizar al ejército y la Guardia Nacional para apagar los focos de insurrección, una medida avalada por la ley.

En caso de disturbios civiles a gran escala, el Pentágono pondría en práctica la Operación Garden Plot, que prevé el despliegue de tropas en suelo estadounidense. Aunque los detalles de ese plan son clasificados, se sabe que versiones anteriores a la actual incluían el decreto de la ley marcial, y el establecimiento de campos de concentración para los civiles detenidos. Los desórdenes en Los Ángeles en 1992 mostraron que Washington estaba preparado para enviar unidades de combate para controlar cualquier revuelta en el país.

¿Y si Trump finalmente aceptase su derrota (que los pronósticos ya califican de aplastante)? Si los líderes del establishment republicano –Paul Ryan, Reince Prebius y Mitch McConnell—llaman a sus militantes a aceptar el resultado, según la tradición democrática estadounidense, ¿los milicianos del movimiento antigubernamental se abstendrían de tomar las armas? A juzgar por artículos y comentarios en páginas web de la ultraderecha norteamericana, la elección de Hillary Clinton caería como la gota de más en la copa de la rebelión.