Peligra el control republicano del Senado de EEUU por el auge demócrata y por Trump…

La Presidencia de Estados Unidos es el premio más preciado y poderoso de la elección del 8 de noviembre, pero la lucha por el control del Senado federal es también una batalla de grandes proporciones. Inclusive, su resolución afectará sustantivamente la capacidad de maniobra de quien ocupe la Casa Blanca y delimitará su capacidad de gobierno.

Los republicanos controlan el Senado apenas desde 2014, uno de sus mayores logros desde 2008, a lo que hay que sumar que desde 2010 dominan también la Cámara de Representantes. Eso les permitió oponer un poderoso freno a las iniciativas de gobierno de Barack Obama, y es una de las causas del atorón legislativo que se ha vivido por años en el país.

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Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, dejaría de controlar la Cámara si los demócratas arrebatan de cuatro a seis escaños. (AP)

Pero ahora, los demócratas parecen en capacidad de recuperar el control del Senado, una posibilidad que es ominosa para los republicanos y que, en cierto sentido, se le ha achacado al arrastre negativo que ha tenido en varias contiendas senatoriales el cáustico peso de Donald Trump.

Para controlar el Senado los demócratas necesitan añadir a su bancada cuatro escaños (si Hillary Clinton gana la Presidencia y Tim Kaine, como vicepresidente, ejerce su voto de desempate en la Cámara Alta) o cinco escaños si gana Ttrump (y algunos sitúan esos números en cinco y seis).

No es un objetivo fácil pues, a diferencia de la contienda presidencial donde los mismos candidatos se exponen a los votantes a escala nacional, en las elecciones al Senado cada contienda tiene sus personalidades con niveles de arraigo y capacidad de operación a escala local muy variadas.

En todo caso, como señala The Upshot de The New York, actualmente el Partido Demócrata tendría un 60% de probabilidad de tomar control del Senado dado que, hasta el momento, las encuestas indican que en Illinois, New Hampshire, Indiana, Pennsylvania y Wisconsin los demócratas le arrebatarían el escaño a los republicanos.

Con todo, es pronto aún para dar veredictos pues esas contiendas podrían girar y, además, hay también escaños demócratas en riesgo de ser ganados por los republicanos, en específico en Nevada, y otras posiciones actualmente en manos republicanas que, pese a que las encuestas les favorecen, podrían cambiar de color, como es el caso de Ohio, Florida o Arizona.

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Mark Kirk, senador republicano por Illinois, es de los que más difícil tienen frente a sí la búsqueda de la reelección. (AP)

Y hay análisis que pintan el panorama mucho más azul: The Huffington Post colocó hace unos días en 78% las probabilidades de que del 8 de noviembre surja un Senado bajo control demócrata

Y aunque en The Upshot se comenta que la fortaleza de las probabilidades de triunfo del Partido Demócrata existen sin considerar el fenómeno de Trump, análisis como los de FiveThirtyEight señalan que el efecto del magnate en este proceso más que impulsar a los candidatos republicanos los estaría mermando. Y de allí el malestar que existiría entre muchos republicanos, que ven el espectro del desastre en las elecciones del 8 de noviembre en la posibilidad no sólo de que Clinton gane la Presidencia sino que el Senado, cuya conquista fue un triunfo mayúsculo del movimiento conservador, se revierta a control demócrata.

Según FiveThirtyEight, la caída de Trump en las encuestas recientes tiene como correlato (lo que podría interpretarse en cierto modo como una consecuencia) una caída en la intención de voto de los candidatos senatoriales republicanos en seis de ocho contiendas clave, suficientes para dar un giro en el control de la Cámara Alta si esa tendencia se mantiene hasta el día de la elección.

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Harry Reid, líder de la minoría demócrata en el Senado, se retira y su escaño está en cerrada disputa con los republicanos. (AP)

Con todo, y considerando que además del factor exógeno de Trump cada contienda tiene sus peculiaridades, sería prematuro echar las campanas al vuelo en el campo demócrata. Trump, para empezar, ha mejorado un poco en los sondeos y la intención de voto en cada contienda específica aún puede modificarse.

Pero lo que al parecer irrita a muchos republicanos y da ímpetu a los demócratas es que una elección que podría haber sido prolífica de triunfos de la derecha por lo inusual de que un partido gane tres elecciones presidenciales al hilo (sucedió por última vez en 1988 y antes de eso el antecedente más cercano se remonta a 1948), por los claroscuros de la presidencia de Obama y de la candidatura de Clinton y por el ímpetu conservador mostrado entre 2010 y 2014, se estaría descomponiendo tras la irrupción de Trump y los propios lastres republicanos.

Los demócratas tienen también sus problemas y riesgos, pero por el momento, a reserva de lo que suceda de aquí al 8 de noviembre, tienen las probabilidades de triunfo cargadas, un poco, a su favor.

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