En un puñado de estados los latinos podrían definir quién ganará la Presidencia de EEUU

El voto de los latinos tiene, en cada elección presidencial, resonancias especiales: es una gran promesa, un gigante dormido, el factor que puede inclinar la balanza. Tales descripciones no siempre han tenido un correlato claro en el resultado electoral, pero en 2016 la posibilidad de que los votantes hispanos sean un factor decisivo es más grande que nunca, en el caso de un puñado de estados indecisos que serán determinantes para definir el 8 de noviembre si será Hillary Clinton o Donald Trump quien ocupe la Casa Blanca.

Aunque todo el voto latino es importante a escala nacional y es necesario promover su crecimiento, solo un segmento muy específico podría resultar decisivo en la próxima elección presidencial.

El crecimiento del electorado latino en Estados Unidos es de proporciones sustantivas, y continuará en alza a la par de su población, tanto por la gran cantidad de jóvenes hispanos que cada año alcanzan la edad para votar como por la naturalización de los inmigrantes. En 2016, de acuerdo al Centro Pew, en 2016 los latinos elegibles para votar en Estados Unidos alcanzarán la cifra récord de 27.3 millones, y el 44% de ellos son jóvenes nacidos en las décadas de 1980 y 1990, los llamados ‘Millennials’.

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Una latina se manifestó en Colorado durante un evento de la campaña primaria republicana en ese estado. (AP)

Este auge en números implica, aunque no de modo automático, un aumento de la influencia y el poder político de los latinos en Estados Unidos, sobre todo en aquellos estados con poblaciones proporcionalmente muy relevantes. Así, en el contexto de 2016 se ha reiterado, como en elecciones pasadas y de modo creciente, que el voto latino tendrá un peso sustantivo en la definición del próximo ocupante de la Casa Blanca y que sin una tajada considerable de ese voto ningún candidato puede ganar la Presidencia.

Esas nociones tienen una carga de verdad, pero no son absolutas. En realidad, es en sus matices donde reside, al menos en el contexto presente, el poder más directo del voto latino. A escala local en los estados de gran población latina la influencia de los votantes hispanos es desde luego de peso, como puede apreciarse en California, Nuevo México, Texas o Florida. Pero a escala de las elecciones presidenciales, con todo, su impacto es limitado, aunque no por ello deja de ser importante.

Dado que las mayores concentraciones de población, y de votantes latinos, se ubican en estados que están firmemente orientados hacia un partido, salvo un vuelco masivo y poco probable esos sufragios tienen un papel menos relevante en el resultado final de la elección presidencial que el de los votantes que residen en estados indecisos. Así, el peso del voto de un hispano en California, Nueva York o Illinois, estados demócratas “seguros” o “azules” en 2016, o en Texas, un estado republicano “rojo”, es comparativamente menor al que un voto hispano tendrá en Florida, Colorado o Nevada, donde la competencia es intensa y el resultado no estaría aún definido.

Esto es así, en general, para todos los votantes y ciertamente si los hispanos, que en general prefieren mayoritariamente al Partido Demócrata (y en este ciclo tienden a hacerlo aún más por su amplio rechazo a Donald Trump), dejaran de ir a votar o se volcaran por el Partido Republicano, algunos estados “azules” podrían cambiar su condición, del mismo modo que en estados “rojos” de alta población hispana, como Texas o Arizona, el crecimiento de votantes latinos y de otras minorías podría, de darse a favor de los demócratas, llegar en algún momento a hacerlos competitivos en la elección presidencial.

Sea como sea, en las elecciones del 8 de noviembre de 2016 el voto latino tendrá ciertamente un papel en todos los estados pero será potencialmente decisivo sólo en un puñado de ellos: Florida, Colorado, Nevada y, posiblemente, aunque de modo menos claro, en Ohio, Pennsylvania, Carolina del Norte, Virginia y Arizona.

El caso de Florida casi se explica solo a la luz de su demografía y su historia en los procesos electorales contemporáneos. Es un estado indeciso, donde 18.1% de los votantes elegibles son latinos (2.5 millones de personas) y que actualmente se encuentra en cerrada disputa entre Clinton y Trump: en el promedio de encuestas de RealClearPolitics el magnate lleva una ventaja de apenas 0.3 puntos sobre Hillary (43.8% vs 43.5%) y de solo 0.2 puntos si se añade a los candidatos libertario y verde, Gary Johnson y Jill Stein. Así, si se considera que hay 14.1 millones de votantes potenciales en Florida, tres décimas de punto porcentual equivalen a unos 42,000 votos.

Youth, Naturalizations Main Sources of Hispanic Eligible Voter Growth since 2012
Youth, Naturalizations Main Sources of Hispanic Eligible Voter Growth since 2012

Entre 2012 y 2016 la cantidad de latinos con posibilidad de votar creció de 23.3 millones a 27.3 milones. (Pew Research Center)

Para Trump, ganar Florida resulta un imperativo pues sin sus votos electorales sus posibilidades de ganar la elección presidencial se reducen sustancialmente, incluso si lograra el triunfo en otros estados. Clinton podría ganar incluso perdiendo en Florida, pero una victoria allí le despejaría el panorama significativamente. Por ello, un voto latino en Florida tiene un peso colosal en esta elección.

En Colorado (14.5% de la población que puede votar es latina) y Nevada (17.2%) se da un fenómeno similar: ambos se encuentran muy disputados (los promedios de las encuestas ponen adelante Clinton en Colorado y a Trump en Nevada) y el peso de un voto hispano en ellos es de gran significado. Pero es Nevada el que parece que podría tener, como Florida, un papel decisivo a escala presidencial: según los promedios de las encuestas recientes Trump aventaja allí por 2 puntos porcentuales, el equivalente a unos 38,000 votos considerando toda la población elegible para votar.

Nevada es crucial pues, con Florida, es el estado con mayor proporción de votantes latinos que se encuentra indeciso en la votación presidencial. En cada uno de ellos la diferencia, considerando las encuestas actuales –a lo que hay que añadir desde luego el margen de error– es del orden de 40,000 votos. Y Nevada podría ser el estado que, si Trump ganase Florida y Ohio, inclinaría la balanza hacia él o hacia Clinton. Por ello, considerando que los hispanos votarían al menos en dos tercios por los demócratas en 2016 (71% en los estados indecisos según un estudio de Latino Decisions), la influencia potencial de los votantes latinos allí es muy considerable.

El peso del voto latino en Ohio (2.3% del voto potencial), Pennsylvania (4.5%), Carolina del Norte (3.4%) y Virginia (4.6%) es menos importante en tanto bloque, pero lo es de gran poder a escala individual, como lo son todos los votos en esos estados indecisos. Un voto hispano en cualquiera de esos estados tiene proporcionalmente más peso en la balanza final que uno en California o Texas, aunque debe reiterarse que todo voto cuenta y es necesario.

Pero en Ohio se da una situación singular: si Clinton logra ganarlo (supera a Trump allí por 0.8 puntos en el promedio de las encuestas recientes) podría perder Florida, Nevada y Colorado y aún así ganar la Presidencia (añadiendo, obviamente, otros estados indecisos que se inclinan hasta ahora en su favor). En Ohio, aunque los latinos elegibles para votar son solo el 2.3% del electorado potencial, los votantes hispanos posibles equivalen al 50.4% de la población total, una proporción mayor que en California, Illinois y Texas y similar a la de Nueva York o Florida.

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Aunque hay latinos que simpatizan con Trump, un estudio entre los votantes hispanos en estados indecisos puso al 71% favorable a Clinton. (AP)

Esto implica que, en Ohio, la población latina adulta ciudadana sobrepasa a la que es inmigrante no ciudadana y por ende su potencial de movilización electoral es mayor, al menos en la vía más directa. La acción de promoción del voto latino en Ohio es, por ello, una tarea de gran promesa (como lo es en Pennsylvania) pues aunque reducido en número es un electorado clave: el 71% de los 199,000 latinos elegibles para votar en Ohio duplican la actual diferencia en el promedio de las encuestas entre Clinton y Trump.

Con todo, hay un factor clave que matiza todas esas cifras: en ninguna elección participa el 100% de los votantes elegibles y, en realidad, históricamente el porcentaje de participación electoral latina es bajo, menor que el de otros grupos demográficos. Esta es una de las causas por las que se ha llamado al voto hispano el “gigante dormido”: una proporción muy alta de su poder de voto se disipa por la baja concurrencia de los latinos a las urnas.

En 2012, por ejemplo, solo el 48% de los latinos elegibles para votar sufragaron, cifra que fue, de acuerdo al Centro Pew, 66.6% entre los afroamericanos y 64.1% entre los blancos. Además, se ha señalado que los latinos ‘Millenials’ han tenido niveles de participación aún menores: solo 37.8% en 2012 mientras que los hispanos de mayor edad lo hicieron en 53.9%.

Incentivar, así, la participación electoral es un factor indispensable en todos los estados pero, en lo coyuntural de los comicios de 2016, resulta crítico en aquellos donde el poder de cada voto latino es mayor y puede inclinar la balanza. Toda alza sustantiva de la participación introduce nuevos factores que, en estados con contiendas muy apretadas, pueden causar cambios en los pronósticos.

(Cabe aclarar que los promedios de encuestas utilizados en el presente panorama fueron publicadas después de la Convención Republicana y durante la Convención Demócrata, y registran un alza de Trump en comparación con semanas anteriores. Pero eso podría equilibrarse o revertirse si encuestas posteriores a la Convención Demócrata muestran un rebote de Clinton en las preferencias.)

Arizona es un caso curioso: aunque se le considera un estado republicano y hoy se pronostica allí un triunfo de Trump, los cambios demográficos registrados y las consideraciones electorales presentes podrían volcar a Arizona a favor de los demócratas. De hecho, encuestas recientes colocan a Clinton con una ventaja de medio punto porcentual.

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Con más votantes potenciales que nunca y muchos agravios recibidos durante la campaña, los latinos podrían ser decisivos en la elección de 2016. (Reuters)

En Arizona el 21.5% de los votantes potenciales es latino, equivalentes a casi un millón de personas, y este estado podría ser, como se comenta en The New Yorker, un singular caso de vuelco de un estado “rojo” a “azul” bajo el impulso del voto de un grupo demográfico. Allí tienen lugar intensas campañas de promoción del voto latino y si, a la postre, Clinton ganara en Arizona (y en Pennsylvania y Virginia), podría ganar la Presidencia incluso perdiendo en Florida, Nevada y Colorado.

Finalmente, y considerando que al final el resultado en Florida podría ser el que determine quién sucederá a Barack Obama, hay un grupo poblacional creciente y que es un factor mayúsculo: el voto de los puertorriqueños. Tan solo entre 2012 y 2016, 130,000 nuevos votantes potenciales se añadieron al voto latino nacional a causa de la migración boricua a Estados Unidos.

Y dado que se trata de nuevos votantes que en Puerto Rico sufragan en grandes proporciones y que, en su mayoría, se ubican en Florida (con una gran concentración en un puñado de condados entre Orlando y Tampa) es una población a la que las campañas políticas en 2016 pueden llegar con relativa rapidez y eficiencia, sobre todo la demócrata.

Así, en contiendas como la de Florida, Nevada, Colorado, Ohio o incluso Arizona, donde décimas de punto porcentual podrían ser decisivas, los hispanos pueden aportar ese voto definitorio.

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