En EEUU, demócratas y republicanos son cada vez más distintos, y confrontados

Mucho se ha hablado de la polarización política en Estados Unidos, de que el electorado demócrata y el republicano son cada vez más opuestos, con centros o moderaciones poco significativos y en declive, y por ello están sometidos a un estado continuo de tensión, reproche y enardecimiento, sobre todo cuando una u otra campaña o grupo de seguidores enarbola la división y la intolerancia.

Tanto en la derecha como en la izquierda, entre republicanos y demócratas, liberales y conservadoras, se ha apreciado en los últimos años una desconfianza mutua, un encono y la percepción de que el otro simboliza una amenaza mayor. Las desencuentros y confrontaciones que se han experimentado en el presente ciclo de elección presidencial son sin duda inquietantes, pero en realidad no son nuevos. Son el resultado de profundas transformaciones y, también, de maquinaciones políticas que han tenido lugar en Estados Unidos en las últimas décadas.

En 2016, con todo, esas diferenciaciones y separaciones parecen haber llegado a un momento singular.

Un reciente estudio del Centro Pew muestra cómo los simpatizantes del Partido Demócrata son cada vez más diferentes de los del Partido Republicano, en una brecha que se ha ahondado significativa entre 1992 y 2016, justo el periodo transcurrido entre la elección de Bill Clinton a la Presidencia y la elección en la que su esposa Hillary enfrenta a un atípico candidato republicano, Donald Trump.

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Los votantes demócratas son actualmente más jóvenes y racialmente diversos que los republicanos. (AP)

Muchos de esos cambios tienen que ver con la demografía del electorado y de la población estadounidense en sí. Por ejemplo, en 1992 el 80% de todos los votantes registrados era de raza blanca, grupo que hoy representa el 70%. Pero el cambio ha sido más agudo en el bando demócrata: actualmente el 57% de esos votantes es de raza blanca, en comparación con el 86% entre los republicanos. En contrapartida, ha crecido el peso demográfico de los hispanos, los afroamericanos y los asiáticos, en una amplia mayoría vinculados al Partido Demócrata.

Así, las actitudes de uno y otro electorado son diferentes en tanto que unos son más sensibles que los a la problemática y posibilidades de las minorías, mientras que otros tienden a ver el asunto racial o de la inmigración desde un punto de vista menos variado y excluyente.

La edad es otro factor de cambio clave: en 1992, por ejemplo, el 21% de los votantes republicanos registrados tenía entre 18 y 29 años, cifra que era 18% entre los demócratas. Hoy, esos jóvenes son el 13% de los republicanos y el 20% entre los demócratas. Y si se añade que en 1992 el 61% de los republicanos tenía entre 18 y 49 años de edad, cifra que hoy es el 42%, y que, respectivamente esas cifras son 58% (en 1992) y 52% entre los demócratas, se aprecia que electorado republicano es ahora sustancialmente más viejo: hoy, el 58% de los republicanos tiene más de 50 años (38% en 1992) mientras que ese grupo de edad entre los demócratas es 48% (42% en 1992).

El nivel educativo de cada electorado también ha variado en el último cuarto de siglo. De acuerdo al Pew, en 1992 el 28% de los republicanos y el 21% de los demócratas tenían al menos licenciatura, cifras que son hoy 31% y 37%, respectivamente. En el otro extremo, hace 25 años, el 45% de los republicanos y el 55% de los demócratas sólo tenían estudios de high school, cifras que cambiaron a ser 34% y 32%, respectivamente.

Así, mientras que el electorado demócrata es hoy sustancialmente más diverso étnicamente, más joven y con mayor nivel educativo, los votantes republicanos serían en comparación mucho menos diversos en términos de raza, más viejos y de menor nivel educativo (aunque ambos electorados están hoy más avanzados en ese último aspecto que en 1992).

Y si en el contexto de esas divergencias se considera el clima de rechazo a ultranza de uno hacia el otro (por ejemplo, la cerrazón legislativa republicana ante el gobierno de Obama y la parálisis resultante, o la noción de que una Corte Suprema liberal o conservadora demolería la estructura social del modelo contrario), el encono y la desconfianza se agudizan.

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Gran parte de los seguidores de Donald Trump son varones blancos de 45 años o más. (AP)

Lo que no habría variado tanto entre 1992 y 1996 es, de acuerdo al Pew, el porcentaje de ciudadanos que se consideran simpatizantes de un partido: 29% de los votantes registrados se identificaron como republicanos en 1992 y en 2016, mientras que los demócratas pasaron de ser 36% en 1992 a 33% en 2016. Los independientes, en tanto, pasaron en ese periodo del 32% al 34%.

Finalmente, cabe destacar un factor adicional: la identidad religiosa de los votantes. En 1996, por ejemplo, el 33% de los republicanos eran evangélicos, cifra que es hoy 35%. En contrapartida, los republicanos afiliados con las iglesias protestantes tradicionales y con la Iglesia católica pasaron de ser en 1996, respectivamente, el 29% y 20% de sus votantes al 17% y 18% en 2016.

En tanto, los demócratas han visto reducida a la mitad la proporción de votantes evangélicos, del 16% en 1996 al 6%en 2016, y de protestantes, del 24% al 11%, mientras se ha incrementado el de personas sin filiación religiosa específica, que eran el 10% en 1996 y son ya el 29% en 2016. El ímpetu al secularismo entre los demócratas y el atrincheramiento en consideraciones de libertad religiosa entre los republicanos es un síntoma de ese cambio demográfico.

¿Proseguirán esos cambios en el futuro? Aún es pronto para saberlo y es de suponer que el partido que sea derrotado el 8 de noviembre deberá someterse a una profunda renovación. Pero lo que parece probable, al menos hasta el momento, es que los jóvenes se inclinan hacia los demócratas en grado sustantivo, un 59%, lo que será un factor de peso en las construcciones políticas y electorales futuras.

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