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El showman que se inspira entre multitudes y la mujer que se luce ante audiencias chicas

NUEVA YOrK.- La Nación - Cada vez que un votante le hace una pregunta en un foro, Hillary Clinton repite la misma coreografía: se toma las manos, inclina la cabeza hacia un costado y asiente, una y otra vez, sin dejar de mirar a la persona. Donald Trump se siente más cómodo detrás de un atril, desde donde casi siempre busca poner algo de energía en entretener a su público.

Hillary y Trump han mostrado estilos antagónicos durante la campaña presidencial. La demócrata, más suelta en el uno a uno; el republicano, más suelto ante la multitud, en un escenario.

Trump, acostumbrado al estrellato y cómodo como pocos cuando capta toda la atención, ha convertido sus actos de campaña, en ocasiones, en actos de comedia o epicentros de drama.

No ha tenido problemas en burlarse de sus rivales -Hillary incluida-, fanfarronear sobre su éxito, firmar libros en la mitad de un discurso, condonar y fomentar la violencia, y hasta quejarse porque un bebe lloraba.

A Trump le gusta también entablar diálogos con su público.

Al principio de su campaña repitió en varios actos el mismo ida y vuelta: “¿Qué vamos a construir?”, preguntaba; “¡Un muro!”, respondía el público; “¿Quién lo va a pagar?”, preguntaba luego; “¡México!”, gritaba su gente.

Hillary carga desde hace años con el mote de ser fría y distante y tener poco carisma, un tema recurrente en su trayectoria política.

Una de las frases que quedaron para el recuerdo de su larga contienda con Barack Obama en las primarias de 2008 surgió de un debate, cuando el tema apareció y Obama le dijo que era “lo suficientemente agradable”.

“No tengo un talento natural para la política, en caso de que no lo hayan notado, como mi marido o el presidente Obama”, dijo Hillary este año, en uno de sus debates con el senador socialista Bernie Sanders, durante la interna demócrata.

Hillary, según la imagen que pinta su entorno y que ha sido retratada en varios perfiles en medios norteamericanos, tiene un trato mucho más suelto, menos guionado, en el uno a uno o en reuniones chicas, con un puñado de votantes. Ese estilo es mucho más efectivo en los debates del estilo “cabildo abierto”, en los cuales los candidatos se ven cara a cara con votantes y responden sus preguntas.

En esos debates, el candidato que mejor conecta con la gente, el que muestra más empatía con los votantes, lleva las de ganar. Y en ese terreno, ella se siente mucho más cómoda que Trump.

La demócrata, además, cuenta con otra ventaja: ha tenido mucho más experiencia con ese formato.

Como canciller de Obama, en sus viajes, mantuvo 60 encuentros con ciudadanos de otros países, según un recuento del sitio Politico. Hillary tuvo que responder preguntas duras sobre la política exterior de Estados Unidos y además acomodarse a las diferencias culturales de sus auditorios.

Algo que une a Hillary y Trump es que ninguno de los dos está muy cerca de las “dificultades de la gente”, tal como se dice de manera reiterada en las campañas.

Ambos son millonarios que desde hace años llevan una vida encapsulada y que recién en los últimos meses han tenido la oportunidad de ver de cerca la realidad del país durante sus viajes por la carrera presidencial.

Fidel le ofrece una “medalla de barro” a Trump

El ex presidente cubano Fidel Castro descalificó ayer al candidato republicano Donald Trump, pero también al presidente demócrata Barack Obama, a quienes dijo que habría que darles “una medalla de barro”. “El señor Trump, que se suponía un capacitado experto, quedó descalificado, tanto él como Barack, en su política. Habrá que darles ahora una medalla de barro”, escribió Castro en una columna de opinión publicada en la prensa oficial. En su nota titulada “El destino incierto de la especia humana”, Castro también reflexiona sobre el balance entre la ciencia y la religión, y les ofreció a los científicos “una insólita medalla de oro” por sus descubrimientos.