El desdén de Trump hacia el proselitismo basado en datos podría costarle caro en la elección de noviembre

Donald Trump parece confiado en que su personalidad, su hechizo mediático, su discurso ríspido y el empuje de su imagen le bastarán para ganar en noviembre la elección presidencial ante Hillary Clinton. En gran medida lo logró con esos elementos durante el proceso primario republicano, donde sin gastar ni recaudar las cantidades ingentes de otras campañas obtuvo un triunfo holgado. Pero eso no significa necesariamente que en los comicios generales vaya a suceder lo mismo o que su mera presencia le baste para conseguirlo.

Y, en realidad, mucho del impulso de las campañas contemporáneas se apoyan en la obtención, análisis y proyección de datos sobre votantes, a fin de llevar al ciudadano del modo más efectivo el mensaje de un candidato. Ciertamente esa labor de análisis por sí misma no gana una elección, pero para muchos candidatos, y para los partidos, constituye una herramienta valiosa y moderna en términos electorales.

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Donald Trump cree que su personalidad y empuje mediático le harán ganar la elección presidencial y no estrategias de análisis de datos. (AP)

Así, como narra el portal Politico hay quienes creen que la negativa de Trump a dedicar recursos y atención a una maquinaria de análisis y proyección de datos de votantes podría al final salirle cara al magnate.

Entre ellos el coordinador de campaña de Ted Cruz, Jeff Roe, quien afirma que la falta de un esquema de datos le podría costar a Trump entre 2.5 y 5.5 puntos porcentuales en la votación de noviembre, lo que podría a la postre ser decisivo en el resultado electoral final.

Al parecer Trump cree que esas maquinarias de análisis de datos para ubicar y captar a potenciales votantes estarían sobreestimadas, y estaría convencido de que el triunfo de Barack Obama en 2012 (cuando desplegó una amplia organización en ese sentido) se debió más que nada a su atractivo personal y menos a las tácticas surgidas del análisis de datos.

Y, cabe decir, el hecho de que Trump haya vencido a Cruz en 2016 (siendo que el senador texano contó con la que sería el más avanzado esquema de manejo de datos en la primaria republicana) no haría sino reforzar esa percepción del magnate.

Pero Roe da algunos ejemplos concretos para fundamentar su diagnóstico de lo que podría pesarle a Trump no incluir el componente “moderno” de los datos en su campaña. Cita, de acuerdo a Politico, que en Ia primaria de Iowa la campaña de Cruz logró identificar y contactar directamente a 9,181 votantes indecisos y que estaban decidiendo si votar por el magnate o por el senador texano. Al hacerlo, pudo hacerse con la mayoría de esos votos y eso inclinó la balanza en esa elección.

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Ted Cruz contó con un amplio aparato de análisis de datos y proselitismo electoral. Con ello ganó en Iowa, pero al final fue vencido por Trump. (AFP)

A grandes rasgos, se trata de obtener información sobre votantes, analizarla y luego dirigir hacia el segmento deseado a los promotores electorales de campo o a la propaganda directa, para redondear el ciclo entre la inteligencia de datos y el proselitismo en la calle.

Y, en realidad, no es que Trump no vaya a hacer uso de esas modernas técnicas de inteligencia y proselitismo: lo hará, pero no con un gran e influyente aparato como el que estableció Cruz, sino recurriendo al relativamente pequeño esquema de contacto con el votante del Comité Nacional Republicano. Eso, a juicio de Roe, será insuficiente.

Pero todo aún está por verse y este ciclo electoral ha probado ser heterodoxo. Lo cierto es que el Partido Demócrata presumiblemente hará un uso extensivo de esas técnicas de manejo de datos (en 2012 superó en ello ampliamente a los republicanos) y que el enorme beneficio que Trump gozó en exposición mediática “gratis” o “intensiva” durante la campaña no será necesariamente el mismo en el proceso general, donde ya no hay un campo contrincante fragmentado entre muchos candidatos sino una rival que puede concitar tanta atención como el propio magnate.

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Obama contó con una poderosa maquinaria de inteligencia electoral, y Clinton presumiblemente tendrá una de cara a la elección de noviembre. (AP)

Y, claro está, lo crucial en esta elección, más que el appeal a escala nacional, será la capacidad de movilización y contacto con los votantes en estados clave, incluso en distritos específicos en plazas donde el voto no está aún decantado: allí, unos cuantos puntos porcentuales pueden ser la diferencia y, en ese sentido, una fuerte actividad basada en análisis de dato no estaría injustificada.

Además, como señala FiveThirthyEight, aunque a la postre Trump no se viera afectado por la falta de una estructura de datos y proselitismo electoral, el Partido Republicano sí podría resentirlo con miras al futuro. Una elección presidencial es un momento clave para probar, aprender, ejercitar y sacar conclusiones en materia de inteligencia de datos y proselitismo, y dado que eso solo sucede cada cuatro años (una enormidad de tiempo en estas cuestiones), los republicanos se quedarán rezagados aún más por la falta de un aparato de esa naturaleza en comparación con los demócratas.

Eso podría pesarles no solo en 2016, sino más adelante en elecciones presidenciales donde ya no estará Trump y en elecciones distintas a la presidencial.

Sea como sea, la imagen de Trump ha podido más que el dato hasta el momento. Y aún es pronto para dilucidar lo que en ese sentido sucederá de hoy a noviembre.