De aplicarse, la política antiinmigrante de Trump podría causar una debacle económica en EEUU

Donald Trump ha mantenido una postura dura, incluso cruel, en contra de los indocumentados. Ha estigmatizado a esos inmigrantes y usado el argumento de hacer valer las leyes de inmigración –lo que es de suyo correcto si se hace con verdadera justicia y no solo legalismo– para lanzar una retórica de persecución en contra de los indocumentados que, de aplicarse, más que validar la legalidad la socavaría con hondas vulneraciones de derechos civiles y humanos básicos en Estados Unidos.

Además, hay análisis que sugieren que su postura draconiana en inmigración podría costarle, literalmente, muy cara a Estados Unidos, incluidos los que actualmente aplauden la retórica antiinmigrante del magnate.

Con todo, esa actitud de rudeza contra los inmigrantes ha sido bienvenida en el terreno de los grupos nativistas de la derecha –algunos de ellos racistas y xenófobos– y le ha dado buenos dividendos políticos a Trump. Eso le permitió ganar la candidatura presidencial republicana y le ha conferido apoyos de peso en la campaña por la Presidencia en contra de la demócrata Hillary Clinton.

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Los seguidores más fieles y antiinmigrantes de Trump lo han seguido por su terórica en contra de los indocumentados. (The Street)

Por ello, aunque el magnate ha coqueteado con ciertas suavizaciones y matizaciones en materia de inmigración, en lo formal su plan, presentado hace unos días en Arizona, implica deportaciones a gran escala, construcción de un muro fronterizo y en general el recrudecimiento de la presión legal contra los indocumentados.

Aún no está claro que esa política vaya a concederle a Trump más votantes entre los republicanos moderados y los independientes, que necesita para ganar, pero sin duda ha reconfortado a su base más radical y fiel. Pero más allá de la hipnosis o la repulsa que esas medidas puedan causar entre la población y los analistas, las propuestas de Trump en inmigración podrían resultar fuertemente desfavorables no solo para los indocumentados sino incluso para el país en general.

De acuerdo a un análisis de la firma Moody’s citado por The Washington Post, si se implementasen las propuestas de Trump en materia económica, de comercio internacional y de inmigración se perderían durante una presidencia del magnate cerca de 3.5 millones de empleos, el desempleo pasaría del 5% actual al 7%, el ingreso promedio se estancaría y el valor de las acciones y de las viviendas bajaría en Estados Unidos.

No todo ello sería resultado de deportaciones y hostigamiento contra los indocumentados en sí, pero la política antiinmigrante de Trump tendría consecuencias notorias si llegara a aplicarse. El Post, siguiendo a Moody’s, comenta que las deportaciones masivas más que ‘liberar’ puestos de trabajo para los estadounidenses encarecerían los costos laborales de las empresas, que tendrían que contratar a trabajadores legales más caros. Al hacerlo transferirían esos costos a los consumidores, que enfrentarían alzas de precios, y algunas empresas perderían mercados y podrían verse forzadas a cerrar.

El alza de precios podría alcanzar 4.1% para 2021 y el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos se reduciría en 4.6% dentro de una década si las medidas antiinmigrantes de Trump se aplicasen de modo absoluto (deportando a todos los indocumentados) , comenta el Post.

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A su discurso sobre inmigración en Arizona, Trump invitó a personas que perdieron a familiares por crímenes cometidos por indocumentados. (AP)

Incluso una deportación a menor escala causaría daños: precios 2.8% más caros en cinco años y caída del PIB en 2.9% en una década si se deportase a 6 millones de indocumentados, cifras que serían 1.4% en alza de precios y 1.7% de pérdida de PIB si 3.7 millones de indocumentados salieran del país.

Con todo, resulta poco probable, aunque no imposible, que esos escenarios se vuelvan realidad.

En primer lugar porque Trump, pese a sus recientes mejoras en las encuestas, aún tiene solo un tercio de probabilidades de ser electo presidente, contra dos tercios de Clinton de acuerdo a FiveThirtyEight.

Y, en segundo término, porque incluso ganando la elección cabría preguntarse si realmente Trump podría llevar a cabo sus promesas de campaña con el rigor con el que las ha anunciado en el ámbito de inmigración, un campo, por añadidura, no exento de vaivenes y fluctuaciones en las actitudes del propio magnate.

Una vez en la Casa Blanca, y con oposición a ultranza de los demócratas y quizá de ciertos grupos republicanos inquietos por sus actitudes autoritarias, Trump posiblemente tendría difícil lograr que el Congreso aprobase sus planes de deportación masiva (sobre todo el financiamiento de éstos) y podría enfrentar litigios judiciales que frenen la aplicación de sus iniciativas.

E incluso hay quien diría que ya en el poder quizá podría dar un giro más y suavizarse ante los indocumentados, sobre todo aquellos sin antecedentes penales y que aportan a la economía, en una suerte de ‘reaganismo’ pragmático.

Sea como sea, las probabilidades siguen en contra de la elección de Trump, aunque eso podría cambiar. Por ello toca a los votantes movilizarse para impulsar los escenarios y el modelo de país de su preferencia y los que resulten más benéficos para todos.

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